miércoles, 4 de junio de 2008

Katherine Chevielle


ÉPICA EXTRAVIADA 1
LA REBELION



PREFACIO


Esther, una joven de no mucha edad se encaminaba hacia su casa, después de una larga jornada de trabajo. Mantener a su familia, solo porque su padrastro así lo deseaba, no era exactamente agradable. No era fácil convivir con un padrastro que todo el tiempo estaba ebrio
Al llegar a la casucha se encontró con su lord montado en su yegua negra como la noche, en la penumbra.
–He venido a buscarte, espero que no te moleste. –le susurró él, con una sonrisa mostrando sus dientes de marfil que relucían en la oscuridad. Ella le había reconocido: era su mejor amigo rico. Joshua era el miembro más joven de una familia poderosa por siglos y escurridiza en tantos años. Nadie podía encontrarlos si la familia no lo deseaba así. Eran extraños y extravagantes, con una belleza inigualable, una fuerza inmensa y unos sentidos de supervivencia muy especiales.
Ella sabía, o intuía que su futuro iba a cambiar si esa noche estaba con Lord Joshua.
Joshua, tomó a la joven Esther para llevarla en la yegua hacia el otro lado del reinado, donde había un hermoso claro. Los cabellos del joven, renegridos como la noche y brillantes como el sol, revolotearon por el galope que llevaba a la encantadora y atolondrada Esther hacia el confín menos esperado.
–Espero que le guste dónde es que va a estar esta noche, milady.
–No entiendo lo que insinúa, mi lord. –se burló ella de que alguien como el le llamara lady, cuando no era más que una sirvienta.
–Oh! Ya lo verá y estoy muy seguro que le agradará... más que a mí.
Esther se aferró a la cintura del joven, para no caer al piso, ya que la yegua no corría, sino que parecía volar hacia el destino. El corazón de la muchacha estallaba en latidos, y sabía de alguna manera que no podía explicar, que Joshua los escuchaba. Tal vez por esa sonrisa hermosa que coronaba su rostro o por su mirada suspicaz de hito en hito, sugirió a Esther que no solo conocería un claro, sino que conocería su destino.
Al llegar al lugar, la joven suspiró extasiada, antes de dirigirse a la gran mansión, muy hermosa de color blanco puro muy diferente al castillo que llamaba la atención por ser muy oscuro. Esther deseaba acercarse cada vez más hacia ese lugar, pero la voz de Joshua le previno que no la dejaría entrar enteramente sola. Joshua, con un ademán muy rápido, del que Esther solo pudo ver un borrón blanco níveo, tomó la mano de la joven y con el paso amoldado al de ella, llegaron a una compuerta tan grande que intimidaba.
–Bienvenida a mi otro hogar. Siéntese como en su casa.
Dentro de la casa, Esther escuchó las risas apagadas, en si muy animadas, pero a la vez muy heladas que le pusieron el vello de punta.
–Bienvenido, hermanito. Por fin has traído a alguien que es aprovechable. Siempre me arrojabas niños de los que no me podía alimentar dignamente, mientras tú te alimentabas de toda esa familia solo.
–Marischka, basta. –sentenció el muy tieso.
La mujer se apareció en el porche de la mansión con un vestido del que Esther misma le hubiese envidiado. Pero algo le hizo detenerse, asustada... Marischka era la hermana menor de Joshua que había muerto hacía más de una década.
–En realidad nunca morí, corazón. –dijo la tenebrosa voz, mientras acariciaba el rostro de la jovencita. –mi amable y adorable hermano vendió su alma a cambio de una vida eterna. Claro, que ello conlleva alimentarse de ustedes, los dulces y encantadores campesinos. He estado viviendo aquí todo este tiempo, sin que nadie lo supiese.
–Marischka, detente de tantas explicaciones. –le advirtió asustado de que la pequeña humana se espantara.
–Eres muy modesto, pero es que a caso no te has dado cuenta que la niña ya tiembla de miedo. Su corazón es más probable que se detenga de un momento a otro, su respiración se hizo estertórea... Puedo sentir el olor de su sangre, la más apetecible que he olido por más de mil años, la más deliciosa que pensé que tendría el agradable placer de beber.
–La joven no será tu alimento, hermana. –le dijo tajante. Esther, con la última gota de vida, lo miró sorprendida, pero aún temblaba.
–¡¡¿¿Cómo que no lo será??!! –gritó Marischka, la joven de cabellos dorados y ojos rojos, con un gruñido espeluznante, un grito que iba más allá de lo descomunal. Parecía cortar el aire con una lanza metálica y punzante. La mujer abrió los labios hasta formar un cuadrado cuando emitió otro grito que destrozó los oídos de Esther, espantándola.
–No, Esther será mi esposa por la eternidad. –dijo con una voz demasiado calmada
Esther lo miró otra vez, mucho más que esperanzada... siempre había estado enamorada del joven estrafalario, de aquél muchacho que hacía de su vida, un infierno más agradable.
La aludida, al parecer, se lo pensó por un momento. Luego, con una sonrisa que dejó entrever sus dientes de marfil, y colmillos finos y en punta invitó a ambos jóvenes a su mansión.
–Serás convertida a la media noche. –dijo la mujer con una voz un poco dulzona. Luego, dejando humareda en su alrededor, se esfumó. Esther, aún con los latidos descontrolados, miró otra vez a Joshua. Él le sonrió avergonzado.
–Se que fui más allá de lo convencional... perdóname, Esther... es que...
–Si deseabas casarte conmigo no deberías haber utilizado un rapto... –dijo ella un poco picada. Siempre había sido muy libre en expresar sus emociones cuando estaba en frente de él. Joshua sonrió con dulzura, antes de acariciarle la mejilla, y fue en ese momento en el que él la besó por primera vez en tantos años, con sus labios helados.
La sangre de Esther le hirvió bajo la piel y su corazón palpitó enloquecido. Nuevamente la respiración se dificultó, y ella soldó su cuerpo al de él, para poder prolongar el beso. Marischka llegó tarde en advertirle a su hermano de lo que estaba por suceder si respondía a la joven de ojos azules y cabellos negros. Para el momento en el que Marischka había llegado, Joshua perdió el control mordiendo la yugular de Esther con suavidad, clavando sus colmillos en la piel suave y débil. La niña soltó un débil gemido imposible de identificar. Cuando la última gota de sangre de Esther llenó el sistema circulatorio de Joshua, Marischka lo miró furiosa, echando chispas de sus ojos como el del fluido que su hermano había terminado de beber.
–Ahora debe beber, para poder...
–Hermano, lo que has hecho, es imperdonable. –siseó la mujer. –la has matado. –no le has dejado nada en sus venas, por más que quieras, ella ha fallecido, por tu negligencia. –se acercó hacia el cuerpo inerte, antes de tomar una aguja para suministrar su propia sangre del dedo índice, y le proveyó en las venas de Esther un poco de sangre. –De la vida a la muerte hay un solo paso, así como el de la muerte hacia la vida. Bebe esta sangre y tendrás dos vidas. La eterna y la maldita.
De pronto, los ojos de Esther se abrieron con suavidad, sin dejar de demostrar que aún no era tan tarde... Se abalanzó a Marischka, cuando ésta cortó con una hoja de metal su brazo.
La joven sonrió y terminó en reír con una risa dulce y cálida, luego de beber. Se abalanzó hacia Joshua para abrazarlo y escuchando la risa dorada de Marischka.
Juntos, Lord Joshua Drejke y su esposa, dieron un paso a la eternidad

Escrito de Danielle Tuddor
INESPERADA VISITA


La canción sonaba estridente en mi radio, a pesar de que tenía un dolor en mi cabeza que me partía en dos, seguí escuchando atenta cada letra en inglés, descifrando que quería decir cada estrofa. La canción no era buena, pero me mantenía distraída, mientras me encargaba de no reflexionar sobre lo que estaba haciendo: marcharme de allí, para siempre. De mi adorada patria de los colores celestes y blancos, para sumergirme a otra cuya bandera la identificaba como azul, blanco y rojo. El mar, la pureza, la sangre. Tres componentes que lo identificaban, pues me encantaba leer sobre esa historia en particular. De argentina, durante mi paso por el instituto de San justo, había tenido para hacer lo quisiese con ella. Enorgullecerme era una de las cosas que siempre hacia.
El viaje ya estaba terminando. Y mi corazón palpitaba cada vez más rápido, como si hubiese corrido veintiocho vueltas en un patio de 6 metros por 3, en la clase de gimnasia, de mi profesora Karina, durante quince minutos. Ya podía divisar el verde particular y no era Irlanda. De repente me sonreí, un poco tristona, para la que tristeza me sumiera de nuevo en su fatídico mundo.
Hacía un mes que mis padres habían muerto en una explosión que tuvo lugar en mi propia casa. Desde ese entonces, le tuve más terror que el racional a la simple llamarada de una vela. Ahora estaba sola. Y un pariente mío, consanguíneo, había aparecido reclamándome. Lo peor es que estaba su derecho, por ello es que mudaba allí, a los Estados Unidos de Norteamérica, en el estado de Nueva Inglaterra, en la región de Maine. No era mi lugar predilecto y honestamente sabia tanto de ese lugar como de mi historia pasada, es decir, antes que fuese adoptada, por primera mi familia.
Temblaba cuando me di cuenta, que ya estábamos en Bangor International Airport. Mire por la ventana del avión y Salí a trompicones por la angosta escalerilla, con el equipaje más grande que yo. Allí estaba mi pariente. Una mujer de lo más dulce, con una mirada en sus ojos borgoñas ansiosos y felices. Cuando me acerque al cartelito que sostenía con ambas manos, temblequeando de nervios, sin duda alguna, le dirigí mi sonrisa más convincente. Ella me miró con sus ojos borgoñas oscuros. Me sonrió, infundiéndome repentinamente valor.
–Bienvenida, Dany
–Gracias –dije extrañada por la combinación que había hecho con mi único nombre: Danielle Tuddor. – es un placer conocerte. – tartamudeé sintiendo que mis mejillas eran encendidas por la timidez.
–He esperado tanto tiempo en conocerte. –sonrió. Me percaté que me estaba perdiendo de algo importante, pero no dije nada... lo guardaría para cuando tuviese más tiempo, a solas en mi nuevo hogar.
De repente, sin ningún indicio de nada, ella tomo de mis manos el equipaje y lo alzó en volandas. Como si no pesase absolutamente nada. Lo cual era imposible, ya que a mi me costaba llevarlo como cuando los jueves tenia que llevar mi mochila con las carpetas de Química – y sus dos ramificaciones. – el libro del mismo, la carpeta de Inglés –mas ramificaciones llenas de información dentro–, los libros correspondientes y la carpeta de proyecto de investigación mas el libro, mas el guardapolvo que debía llevar en el laboratorio, mas la cartuchera, y la comida para después de la hora de gimnasia, que tenia cuatro horas mas tarde del horario escolar.
–Vamos, se hará tarde y estoy segura que te mueres de hambre. –supe sin ninguna duda ya, que una broma me ocultaba. Eso me inquietó.
Viajamos en avioneta el suficiente tiempo como para terminar por enésima vez el primer capitulo de mi libro favorito elegido: Twilight.
–Mi nombre es Marie. – me dijo la mujer, de manera que se esmeraba por atraer mi atención. Cuando me di cuenta, el rostro se iluminó con una sonrisa bella.
–Y yo Danielle –le recordé, algo ensimismada.
– ¿Quieres que te llame por tu verdadero nombre? –tartamudeó
–No lo se... dime cual es. Haré un status con el mío. –volví a decir, un poco irritada por la interrupción. Era común que me molestara cuando alguien me hablaba mientras leía o escribía.
–Tu verdadero nombre es Hellie.
La miré con una contemplación de basilisco, pero ella no se aminoró. Solo me sonrió de manera que comprendía mi situación
– ¿Y mi apellido? –dije con la voz amigable, aunque en el fondo de esta se podía notar cierta amenaza.
–Tu apellido es Wintrop
Mi sonrisa fue algo indecente. Pero ella lo comprendió.
Viajamos una hora más en auto, un hermoso Faetón, del año de 1908. Manejó mi... ¿Qué era de mi?
– ¿Qué eres de mí?– le pregunté atontada, apartando el libro de mi vista, para mirarle a los ojos.
Marie sonrió con dulzura, antes de acariciarme la mejilla con su dedo pulgar. Su roce me hizo escalofríos.
–Soy tu tía. La hermana de tu difunta madre... –frunció el entrecejo, de manera que estuviese pensando en algo importante, como si quedase en el dilema de decirme o no un secreto familiar.
–No hace falta que me lo cuentes –le dije con apresuramiento.
–Oh! –dijo ella con los ojos agrandados de manera inocente, los cuales no me convencieron en lo más mínimo. Pero lo dejé pasar... por el momento
Quedamos en silencio, un callar lo suficientemente agonizante que hizo que me fijara en el hermoso paisaje a mi alrededor con atención. Verde, verde, verde.... a mi madre adoptiva le daba pavor el verde. Aunque cada tanto había algo rojo. El bosque estaba en ambos lados de la carretera, no había otra cosa más que un bosques de coníferas, pino blanco, el pino pitch, el pino de Noruega, el abeto balsámico, la tsuga y la picea.... sabía de ellos porque en ese año había tenido que juntar hojas de toda clase de árboles para un trabajo de la escuela.
Miré de reojo el libro, cuya portada era de una manzana roja. No contrastaba para nada con el paisaje, lo cual me hizo sonreír. Marie, no lo paso por alto, quien enseguida con una mirada de puro desconcierto en un castellano forzado me preguntó, discerniéndome con su mirada rojiza, veteada con dorado
– ¿Hay algo de tu agrado, Hellie?
–Si, como contrastan los colores rojo y verde. – le dije animada.
Ella rió de mi acotación con una simpatía que hizo ganar mi corazón de una sola vez. Le acompañé en la risa.
–Me alegro mucho que puedas pasarla bien. Estaba un tanto insegura, mí querida Hellie. Me torturaba la idea de que me odiases por apartarte de tu familia adoptiva... – sus ojos se llenaron de tristeza.
–No te preocupes. He escuchado por ahí que tu me dejaras visitarlos tantas veces quiera en el año. Supongo que deberé trabajar de día y de noche para pagar esos pasajes. Ah! Y que además, me dejarás hacer llamadas a larga distancia.
Marie río con dulzura, un poco relajada.
–No debes trabajar. Estoy casada con un hombre que es rico y que también te espera ansiosamente en la mansión
Esa no la dejé escapar
– ¿Mansión? –le dije de manera abrupta y mirándole a los ojos fijamente. Luego de unos minutos, me dolía la cabeza, por lo cual, decidí pestañear.
–Si, supongo que el centro no quiso decirte ciertos detalles...- dijo pensativa con un rastro de enojo en su voz suave
–Está bien. La elección era mía y no se si sabes tía que hay muchos que son capaces de... bueno, dejarlo todo, por el dinero.-dije en un intento de aplacar esa furia que se arremolinaba en su rostro, contrastante con su cabello negro como la brea, brillante como el sol mismo... ausente.
Ella volvió a sonreírme, mientras manejaba con una sola mano. La otra la tenía ocupada, quitándome un mechón de cabellos de la cara, alborotado por la increíble velocidad adoptada por el mismo auto.
– ¿Qué es lo que quieres estudiar cuando seas más grande, Hellie? –volvió al ataque, con voz persuasiva y relajante.
–Primero me gustaría el profesorado de Literatura, luego la Licenciatura del mismo y más tarde especificarme en critica novelística adolescente.
–Mmmm –dijo pensativa, colocándose el dedo índice en su mentón– ¿Por qué estabas en una secundaria con orientación a las ciencias naturales, en tu país, es que no entiendo el motivo? – dijo demostrando de manera agradable su confusión.
–Es que... me gustaba la astronomía y la paleontología, pero en mi país, no se estudia mucho eso. Aunque no me arrepiento de haber estado estudiando eso... es bueno, me ayudó mucho en mi prolijidad... escasa.-dije riéndome de mi misma.
Marie rió en voz alta, otra vez y sus ojos brillaron de astucia.
–Pero es que... bueno, estas en Estados Unidos, ya no te costará tanto conseguir un trabajo de lo que más te gusta. Aunque adoras también leer–dijo mirando de reojo mi libro sobre el regazo.
Mi sonrisa tal vez le infundió algo más porque al cabo de unos minutos preguntó otra vez, con las cejas levantadas
– ¿Te cuesta mucho leer en inglés, Hellie?
–Lo he intentado, aunque hay palabras que a veces no entiendo.
–A ver... si yo te hablo en inglés ahora, ¿Te costaría?
–Ponme a prueba– le dije sonriendo
Y ella me habló con una voz hermosa, en su idioma natal, con tanta fluidez que me dio una punzada de envidia. Pero le entendí cada palabra, y le contesté la pregunta que era si me gustaba leer novelas de terror, como Mary Shelley
–Es como si hubiesen introducido en mi mente una cinta subliminal del diccionario en español, pues entiendo cada cosa que me dices, pequeña
–Gracias– le dije yo, contestándole con una sonrisa convincente. Ella me volvió a sonreír. Para cuando hubimos de aparcar frente al porche de mi futura casa, no tuve otra idea que dejar que mi mandíbula cayese por acción de la gravedad, incrédula. El lugar era...
Fantástico. Y mucho más.
Un mansión de techo a dos aguas, cuyos tejados eran negros brillantes por la limpieza, una parte totalmente recubierta de madera de color marrón, cautivante, muy oscuro, con ventanas altas y de color doradas, la puerta era de un alto de tres metros con un llamador más grande que la mano de un gigante, al parecer, muy pesados; la otra, que se hallaba en el ala Este de la caza, una menor porción, lo componía totalmente de vidrio vaporizado, que no traslucían en interior de la casa, solo proyectaba sombras. El jardín delantero era tan hermoso como si estuviese en un paraíso, con verde por todos lados, algunos estanques con fuentes magníficas dentro de ellos. Las flores blancas pasaban de un lado a otro gracias al extraño compás que hacía el viento por el momento frío. En sí la mansión era de color marrón oscuro, con recovecos dorados, era sin duda confiable y para nada atemorizante., más o menos medía dos terrenos gigantes. Los árboles se encimaban unos sobre el otro, dando escasa luz, quizá a lo sumo, cuando el sol estuviese en su punto medio, parecía filtrarse algo de esta en el externo de la casa.
Eran colores oscuros, pero muy atrapantes, demasiados señoriales para un pueblecito como el mismísimo Old Town. Miré a mi tía que había aparcado en la reja, antes de que los pesados y atemporados barrotes de hierro pintados de negro se moviesen sin hacer ruido alguno. Luego de esto, el auto pasó silencioso. La magnificencia del mismo lugar hacía que me sintiese nada más que un insecto significante, una cucaracha inútil husmeando un lugar que podía denominarse a sí misma como Cielo. De pronto, el auto paró y bajamos.
–Bienvenida a casa, niña—me dijo ella con una sonrisa ancha, anteponiendo sus blancos y hermosos dientes de marfil.
Yo estaba tan nerviosa que no sabía si morirme de un ataque de sorpresa o de histeria. Ninguna de las dos me llamaba la atención por lo que procuré mirar a otro lado, mientras el mismo sonrojo hacía presa mis mejillas y mi ego, por consiguiente.
—Su hogar es hermoso—le dije, tartamudeando
—He de observar que este hogar no es solamente mío, sino de todos. —apuntó con suavidad, acariciando levemente mi rostro—espero que te encuentres a gusto con tus primos. Ellos están muy ansiosos de poder conocerte al fin, Hellie.
Primos: era lo único con lo que no había contado y la idea no me tranquilizo en lo mas mínimo: ¿Qué tal si no les agradaba?
—A ellos les agradarás- me dijo Marie, cuyos ojos eran impenetrables y rojísimos.
—De acuerdo, tía— le dije claramente resignada—pero—volví al contraataque—con que me desprecien y viviré en el jardín
La mujer rió con fuerzas y muy animada. Tanto que podrían haber salido de sus ojos lagrimas, Pero no lo hicieron. Aun así, mientras yo la miraba fijamente, pues me llamaba la atención esa mujer, ella me tomo de la espalda, sin tocarme la piel y me condujo deliberadamente hacia el porche.
—Bienvenida, Hellie Wintrop. —dijo con una voz soñadora y la voz se le quebró en el punto exacto.
—Gracias, Tía Marie.
Ella me sonrió y golpeó la puerta con suavidad aunque el sonido se escuchó estridente. Las voces sosegadas y optimistas llegaron a mis oídos y de pronto abrieron la puerta, la cual chirrió estridente.
—Creo que habrá que aceitarlas— apuntó mi tía con una sonrisa convaleciente. Ese dicho hizo que una sonrisa verdadera brotara de mis labios con alegría. No sabía que era lo que estaba pasando, pero lo que sí tenia en cuenta era que estaba demasiado segura de mí. — ¿Realmente te sientes bien?- me dijo ella tocándome el cabello con cariño— ¿Quieres que te excuse de tus primos y dirigirte a tu habitación directamente? A ellos no les molestaría si prefieres dormir algo o simplemente pasar un poco de tu tiempo sin compañía— su mirada expresaba una sincera preocupación y fruncía el entrecejo como si quisiese saber qué me pasaba por otro medio.
—Tía—dije yo suspirando—ellos han esperado demasiado tiempo por conocerme. Y eso lo sabes.
La sorpresa se dibujó en su rostro tanto como en el mío. A veces, y sin saber porqué, tenía esos arranques predilectos que atrapaban a muchas personalidades de los que me rodeaban. Solía hacerlo para evaluar como era que me iba a llevar con aquella persona, antes de tiempo. Muy pocas veces no podía hacerlo y eso conseguía de mí, una gran intriga... como lo hacía mi tía.
—Supongo que tienes razón—dijo ella pensativa por el momento. De pronto su sonrisa reapareció y miró hacia la casa. Por dentro parecía un castillo medieval. Era hermosa, me quitaba la respiración.
Las piedras que reinaban adentro, formando las paredes, eran de un gris oscuro. Los ventanales gigantes estaban remarcados en oro, había una escalera central, gigante, de manera que pudiesen entrar más de diez personas sin molestarse una con otras, forradas de una alfombra roja aterciopelada. Las luces eran de un amarillo apagado, pero era por el efecto de las paredes. Las esquinas de la casa contaban con tantas antigüedades que me llamaban la atención. ¿O coleccionaban o las robaban? Me decidí por que las coleccionaban. Siguiendo la vista por la habitación central que era de tres metros de alto por seis de ancho, me volví a la escalera que empezaba centralmente siendo una y luego se dividía en dos, para dar a cada lado habitaciones diferentes. La mansión estaba construida como si la hubiesen comenzado a hacer tres personas distintas, las tres con un gusto exquisito y las tres con personalidades bien definidas y tercas.
—La casa es grandiosa—dije yo sin voz de la pura sorpresa que me daba ver un lugar tan a fin a mis gustos personales.
Marie se sintió halagada y expresó su contento sonriendo con un aire petulante, que me hizo reír otra vez.
—Eso dile a mi esposo, a mí y a tu tío que trabajamos en la confección de la mansión.- dijo como quien no quiere la cosa
— ¿Tío? —inquirí nerviosa. Tíos, primos.... — ¿Tengo un abuelo?
— Oh! Si, claro que si. Y esta vivo esperándote con alegría. ¡Venga! No tengas miedo— me dijo alegre.
— ¿Y... si no les agrado... y si les parezco una sureña tonta y fuera de moda? —objeté con miedo irracional
— ¿crees que le caerás mal a tu propia familia, hermosa?
—No lo se... —Volví a objetar
— ¡Madre! —dijo una voz alegre que puso a fin nuestra pequeña discusión.
—Lena, no seas así. Matarás de un susto a tu prima—le regañó a una muchacha que se había prendado del cuello de su madre con cariño. La escena parecía la de una novia abrazada a su novio, cuando uno de los dos tenía que marchar por un largo tiempo—salúdala.
—Oh! —dijo mi prima con un ataque repentino de timidez. Con desenvoltura se apartó de mi tía, para pararse con una fioritura en frente mío —yo soy Lena, y soy tu prima... —tenía la cabeza baja, como cuando a las sirvientas se les obligaba a hablar de esa manera a sus amos, en los siglos XV o XIV. Yo le sonreí con confianza.
—Me alegro de conocerte—le dije con cariño.
Ella alargo una mano hacia a mi, para acariciarme el rostro con delicadeza, mientras me miraba con dulzura. Yo le sonreí, de repente muy confiada de mi nueva familia. Era extraño, pero sabía que ahora no tendría que temer a nada, incluso al fuego.
–Yo también primita mía
Le sonreí, y entonces Lena fue sustituida por otra persona, muy bella, que me miraba incrédulo...
–Tía, ¿es ella?
–Sí, Gavin.
Tía.... algo quería decir que yo no quería ni pensar en ello... era mi ¿Hermano?
–Supongo, Hellie que si te lo decía no lo irías a aceptar: él es tu hermano gemelo.
Lo miré otra vez, suspicaz.
– ¿Mi hermano?...es... imposible–titubeé
–Hay tantas cosas imposibles... –sentenció mi hermano, poniendo sus manos detrás de su cabeza, con un gesto de ligera pereza.
Marie, le miró muy enojada por algo que yo ignoré, y el semblante de este se aminoró hasta poner su cabeza a gachas.
Gavin.... ¡era un nombre tan estrambótico! Parecía imposible que aun siguiese en vigencia, pero él se llamaba así. Era un chico muy diferente a comparación de muchos de los que conocía. Bello, demasiado bello, de ojos brillantes y alegres, esos de los que uno mira, y se siente reconfortada incluso cuando sabes que medio planeta se va a inundar. Su tez era tan pálida como la de mi tía y la de la muy bella y dulce Lena. No sabía si realmente reírme por lo que estaba viendo, o desmayarme: ¡¡¡Ellos no podían ser mis familiares!!! Demasiado...todo.
Demasiado bellos, simpáticos, ricos, amables... eran dioses en comparación conmigo, pero ellos no tenían ningún problema de verme tan tonta, frágil e inútil. No me miraban con un par de ojos realmente obsesivos, pero se llenaban de otra extraña curiosidad que no sabía como descifrarla. Cuando me quise dar cuenta, Gavin se había acercado a mí, para abrazarme con mucho cariño.
–Te he esperado, hermana.
¿Qué quería decir eso? No lo sabía. Y ese no era el momento justo para poder preguntar sobre cada extrañeza que decían. Que no fuera ser que los asustara y me enviaran directo a mi país de origen, poniéndome patitas en la calle.
Mi supuesto hermano gemelo me sonrió con renuencia, y a su vez acarició mi mejilla con delicadeza.
–Tienes muchos familiares, vía consanguínea. – Bromeó, con los ojos danzantes de una profunda alegría que me llenó a mi también-¿Quieres conocerlos luego? O dentro de unos años, Cuando te acostumbres a nosotros... ¿Qué dices?
–Que estoy muy feliz de estar con todos ustedes....
–Las sorpresas no han acabado –dijo Lena. Con una sonrisa, me indicó a un hombre que hizo que se me cortara la respiración. –Ese hombre magnífico es mi padre... tu tío –argumentó orgullosa y feliz, sus ojos borgoñas estaban extrañamente aplacados–Francis
–Buenos días. –me dijo el hombre de cabello corto, alto como si midiese uno noventa, de tez pálida y de gran hermosura. Era como si de repente Miguel Ángel hubiese pintado en un lienzo un cuadro denominado: la familia perfecta y la cucaracha.
–Sabes que eres muy importante para nosotros, –me dijo mi tío con cariño, para eclipsar sus helados labios en mi coronilla. Parecía como si hubiese escuchado o intuido mis pensamientos más íntimos.
–Gracias, mi señor, pero creo que no pertenezco a ésta familia. –le dije entrecortadamente.
–Oh!, si, eres de nosotros. Solo que estuviste en otro país que es muy distinto del nuestro.
–Ah –musité mirando hacia mis pies cuando sentí que mis mejillas comenzaban a arder bajo la piel.
El aroma que emanaba mi tío era refrescante en medio de un calor desértico, me hacía pensar en las zonas calurosas como Cuba y su hermosa agua cristalina que prometían frescura, por ejemplo. Su tez era tan pálida como la de todos ellos, aunque parecía que su piel era tan frágil que si recibía un solo golpe la quebraría en mil pedazos.
–Madre, necesito... –la voz se interrumpió al verme – ¿Eres mi prima? –inquirió un joven de cabellos y ojos marrón chocolate, y, como siempre de tez blancuzca, maravillosamente bello.
–Si, Remus, es ella. –le dijo el padre, al ver que estaba muy embobada mirándolo.
Remus esbozó una sonrisa especial, a la que dudé en acostumbrarme, y sin previo aviso se abalanzó sobre mí para decirme:
–¡¡¡Por fin te conozco!!!
–Finalmente la familia se ha unido – dijo un hombre de sorprendentes ojos amables, y muy viejo. Su rostro emanaba dulzura...
–Es nuestro abuelo –dijo Remus, enfatizando el nuestro, mientras señalaba a mi hermano, a él mismo y a mí, en principal –Se llama...
–Eros. –Le interrumpió mi adorado abuelo–bienvenida, nieta mía –me dijo el hombre mientras me abrazaba, no sin antes forcejear para quitarme con fuerza de los brazos de mi primo, que parecían tenazas. Mi primo pareció algo ofendido.
–Gracias por aceptarme todos ustedes –les dije feliz de que me quisieran en esa hermosa familia. Sonreí mientras me sonrojaba.
Me pareció atisbar el gesto de apetito de algo en Lena. Sus ojos se volvieron oscuros y eso me asustó. Como si un vaso se hubiese roto, ella volvió a la normalidad con su mirada más inocente. No le conocía lo suficiente, pero no era tonta, ella algo debió haber visto en mi rostro espantado para cambiar de postura a la velocidad de un rayo. Para infundirle valor, le sonreí, volviéndome a sentir agradecida por estar con esa familia. Parecía que hubiesen manipulado mis emociones, pues no temía a nada... salvo que ellos saliesen heridos por el fuego... ¡No, Danielle, jamás vuelvas a pensar en ese pasado!, me dije, recuerda a tus padres que murieron juntos y felices, a pesar de los percances. Piensa que se querían y te querían tanto a ti que arriesgaron su vida para poder salvarte.
–Estoy un poco agotada – dije de pronto, mientras interiormente un nudo se ataba en mi estómago hasta no dejarme siquiera respirar.
–Te indicaré el camino a tu habitación –dijo Marie, tomando mi equipaje otra vez y llevándolos escaleras arribas. Yo le seguí mientras una lágrima muy silenciosa corría por mi mejilla, hasta terminar en mi mentón. Disimuladamente, me la quité, sin dejar de sentir que las miradas nos seguían, aun cuando estábamos lejos del campo de visión, pues la parte donde estaba mi habitación estaba cubierta por las paredes gruesas de roble, que daban a un pasillo no muy angosto, apenas dejaba el último escalón.
Cuando abrió la puerta de mi habitación, Marie sonrió con dulzura, y sus ojos rehuyeron de mi mirada inquisidora.
–Espero que estés a gusto, mi amor. No te preocupes, mañana comenzará la escuela, y espero que lo pases realmente bien–sonrió de nuevo, pero esa simpatía no llegó a sus ojos, cuyos color borgoña estaban de una manera terrible y seria.
La puerta se cerró y quedé mirando mi habitación antes de que las lágrimas fluyesen como un río caudaloso. Lo único que pude hacer esa tarde fue arrojarme al colchón suave y de plumas, para gritar de frustración y dolor. Un dolor que surcaba mi pecho, lo suficiente como para poder suicidarme con mucha alegría. Me sentía miserable. ¿De qué me servía tanta riqueza de mi familia consanguínea, si había perdido lo más importante para mí? Pero, me dije, debía ser feliz exteriormente, aunque por dentro me marchitase...

La cena pasó con extrema lentitud por un momento. Ellos estaban felices y se esforzaban por complacerme. Eso era muy imposible, pero traté de hacer que la devolución fuese lo más creyente, mientras sonreía, reía, asentía, con cordialidad, como las estrellas de Hollywood cuando no tienen ganas de posar para los camarógrafos o paparazzis. De pronto me compadecí de ellos, aunque sabía que nunca se irían a enterar. Mentí mucho sobre lo agradable que encontraba Old Town, pero ellos no parecieron notarlo...
Salvo mi tío... él sabía de memoria mis actos y falsos argumentos para las contestaciones. Seguía cada movimiento de mi cuerpo, con sus ojos rojos como la sangre inyectada. El tema de conversación se volvió, al parecer incómodo, cuando me preguntaron si temía que me sacasen sangre en el hospital. Los ojos de Eros parecieron turbados, al escuchar la pregunta que mi primo había formulado
–No me molesta. Es más me encanta ver como la sangre fluye en la jeringa. Nunca le tuve miedo. Siempre fui muy curiosa. –sonreí otra vez, con falsedad tangible. –pero lo que me molesta es olerla
– ¿Olerla? –preguntó Eros con los ojos estupefactos. – ¿Puedes oler la sangre?
–La mía y la de cualquier persona. Es óxida a veces, por ejemplo la mía. Tiene un gusto algo frío y a veces es un poquito dulce.
– ¿Cómo has sabido eso? –preguntó mi primo otra vez, acaparando mi atención
Sonreí con franqueza, solo a él.
–Soy tonta por naturaleza. –Reí sin fingir –por eso suelo cortarme-una punzada de nostalgia me tomó de sorpresa al recordar que mi madre le tenía pánico al vidrio, ella se había cortado una vez, y la sangre saltó a chorros, ya que el corte llegó a una arteria. Con un gran autocontrol, miré otra vez a mi primo, sin que las lágrimas delatasen mi dolor... nadie tenía que saber que en realidad me sentía con ganas de suicidarme. Quería terminar con este padecimiento interno-y si me corto, además que me duele, sale la sangre. Me he cortado con cosas insignificantes, como la tijera, el filo de la jabonera de metal, y con los filos del papel... ah! Y con el bisturí, cuando me operaron-hice una pausa rememorando-también con la hélice de un ventilador de pie, en la barbilla... no dolió tanto, pero se pudo ver el hueso...-sonreí.
La mirada elocuente que le dirigió Marie a su esposo dijo que estaba preocupada: tal vez pensase que me lastimaba para poder sentir el dolor como placer... aunque ni loca haría eso. Sabía de unas personas que lo hacían y me parecía que no tenían otra cosa qué hacer. Era tan estúpido...solo lo hacían porque sufrían, por marcar un territorio en su propio cuerpo o por mostrar valentía. Una cosa totalmente sin sentido
–Creo que ya tienes que acostarte, –me dijo Lena, con los ojos como brasas.
No me dieron miedo, pero tampoco me agradaron.
–De acuerdo. –le contesté al darse cuenta lo incómoda que me parecía esa conversación.
–Bienvenida a nuestra familia. –Me dijo Eros, con esa mirada lista que tanto adoraba – estamos felices de tenerte con nosotros
–Yo también. –le dije sonriendo sin fingir, por segunda vez, a esa familia.
De pronto, mi querido hermano gemelo se acercó hacia mí, para abrazarme con mucho cariño. El perfume que llevaba debía ser muy costoso, ya que era delicioso. Me aturdió.
-Vamos, tenemos que ir a descansar, ¿si? Sino mañana no podrás despertar...
-De acuerdo-dije un poco apesadumbrada de dejar a mi familia.
Me levanté despacio, a la vez que tambaleé, y mientras me arrastraba por las escaleras, -tardando más de lo necesario-, sentí los ojos de cada uno de ellos. El trayecto se hizo largo y pesado, una tortura. Pero finalmente llegué a destino, mientras me sacaba la ropa de viaje y me iba al baño a darme una ducha caliente. Eso me reconfortó, mientras cantaba una canción que se había persistido en todo el viaje y en mi casa: Ode to my family, de Cranberries.
Luego de eso y de escuchar como mi hermano me había hecho una broma, poniendo esa canción en un aparato que debía tener los parlantes gigantes, puesto que se escuchaba estridente, Salí de la ducha, me sequé el cuerpo, me puse un camisón nuevo que la misma casa de adopciones se encargó de comprarme, me cepillé los dientes, me sequé el cabello renegrido hasta la cintura-por lo que tardé más de media hora, mientras mi hermano se encargaba de cambiar de canción para poner en el equipo Carolina in my mind, de James Taylor, cuyos sonidos me tranquilizaron mucho– dejé las cosas en el canasto de ropa sucia que mañana a la tarde llevaría al lavarropas y me acosté a mirar mis mails, en la laptop (regalo de Marie).
Como de costumbre, había más de 600 en mi casilla, de ninguna importancia, así que me quedé investigando un poco sobre unas letras de canciones, hasta que me dolieron los tímpanos por los gritos que daban esa banda de rock llamada Finch, con la canción Worms of heart, y los ojos de tanto leer, y recolectar información. Apagué la laptop, no sin antes tener unos problemillas con ella que me pusieron los nervios de punta, – lancé un juramento en español en voz alta – y escuché los gritos escandalizados de Marie, por la letra del CD Tomb of Mutilated, de Caníbal Corpse, y los locos intentos de mi hermano para poder convencerla que eran inofensivas, aunque a mi criterio, en realidad no lo eran. Escuché muy entretenida y divertida, poniéndome cada tanto el puño en mi boca, para no saltar a carcajadas en más de media hora de una batalla prometedora, que terminó en una frase muy significativa de mi tío:
–Déjale hacer lo que quiera, cuando los problemas vengan, no te hagas cargo de ellos. Son suyos
La casa quedó en silencio y solo así quedé mirando el techo, con una sonrisa en los labios.
–Hola, familia –escuché en cuanto había llegado a la habitación. Luego oí el ruido de una puerta cerrarse, pero no era la mía. Ya tendría que esperar para conocer a la extraña persona que había tenido la desafortunada desdicha de no haberla esclarecido.
Su voz era suave y dulce, de esas que parecen el de una amable madre que mece a sus hijos con amor. Era cautivadora, más de lo que me había imaginado. Pero, me percaté con una señal fuerte de alarma, que a su vez, tenía un matiz oscuro que no podía descifrar. No era normal esa voz, demasiado inofensivo y a la vez helada. Parecía un ángel que había caído y vuelto a la vida con todo su esplendor.
Escuché unos golpecitos en mi puerta, eran discretos y no querían alborotar mi sueño, si es que estaba durmiendo, ya. Aunque realmente deseaba conciliar mi cansancio agotador, no pude. Sin que yo dejase entrar a la persona, ingresó con un inaudible chasquido en la puerta, para cerrarla con moderación. No escuché que ya esta al lado mío, a no ser por la brillante luz de un sol de noche que la joven sostenía en manos. Ella sonreía, y me daba esa paz que tanto me faltaba. Sonriendo también, me incorporé para verla, pero ella, con sus manos pacientes y firmes, me llevaron al colchón, para que me acostase otra vez.
–No tuvimos tiempo de conocernos, pero no quería despertaros, –era esa voz que ya había escuchado, solo que en una manera concentrada. El matiz helado pronto pareció un producto estúpido y asustadizo de mi imaginación –de la cual me burlé en mi fuero interno, de manera insolente y sorna–, ya que ella era abrumadora. Era indescriptible, pero no por eso, intimidadora. Su tez no era tan blanquecina, sino un poquito rosada. El rostro angelical, lo componían unos ojos azules algo celestes, unas cejas perfectas y bien curvadas, una nariz con aire respingona, unos labios gruesos y de un rosado precioso, y un mentón un poco prolongado hacia delante.
Llevaba puesto lo que parecía una chaqueta abotonada hasta en la capucha, debajo de eso, un buzo gris claro, y debajo de eso, a la vez, una camiseta roja. Desde la cintura llevaba una falda larga negra que terminaban en puntas desprolijas. En su cuello tenía collar extraño, pero que le sentaba bien, y debajo de eso una chalina de color gris oscuro. Se había puesto unas argollas simples tan pequeñas como sus orejas, y en sus manos unos guantes cortados y al estilo rockero. Pero lo más extraño que tenía y eso me llamó la atención, era su cabello violeta furioso y brillante, cortado en capas, que le llegaba hasta los hombros. Esa joven no contaba con menos de dieciséis años, y era la más hermosa de toda mi familia. Más guapa incluso que las jóvenes de la revista Sport Illustreated. Aún así, y mi mente trató de desecharlo, su presencia llevaba un aura maligno.
Ella aguardó por una posible respuesta de mi parte, pero yo no lo hice. Simplemente estaba embobada mirándola de arriba a bajo. Ella sonrió con cariño, antes de acariciarme el rostro con amor.
–Suelo causar ese efecto en las personas. Es mi estilo, espero que no te moleste.
–A mi me parece espectacular.
La joven volvió a sonreír con una alegría contenida
–Creo que nos llevaremos bien-sentenció– Ah! Me llamo Nix Ágape, Hellie, me alegro de conocerte. –sus ojos lo expresaban así y eso me hizo marear de confusión
–Gracias...-aún no entendía qué era ella de mí.
Nix frunció el entrecejo para mirarme directo a los ojos.
– ¿Sucede algo, pequeña? –se suponía que la palabra pequeña, me habría de tener que molestar, debido que ella era más joven que yo, pero eso no lo hizo en lo más mínimo, ya que una oleada de felicidad me tomó por sorpresa.
–¿Qué eres de mí? –la pregunta y el tono los identifiqué como insolentes, por lo que me sonrojé demasiado
–Oh! Soy algo así como tu media hermana. –dijo ella sonriendo y acariciándome el rostro otra vez. –no te preocupes, no eres para nada insolente conmigo. La gente me evita de todas formas, así que no me molesta que me preguntes cosas. Así que, si necesitas algo, me tendrás siempre.-me sonrió-en realidad, y que esto no salga de tus labios para nadie, solo he venido por ti. La familia no me quiere mucho, porque mi novio es de otro clan cuyos Wintrop odian.-se encogió de hombros como si nada le importase, pero en su voz había un matiz de dolor, parecido al llanto, que me conmovió-ellos esperan que la otra familia, no te atraiga como a mi. Hay problemas entre ellos... es como la novela de Romeo y Julieta. Los Montescos y los Capuletos. Algo por el estilo, pero no hubo sangre... es por eso que tratan de agradarte. Por favor, te lo imploro, que quede en un secreto para siempre, Hellie. Porque sino, enserio que me prohibirán la entrada aquí. Los Wintrop te agradaron, ¿No?-rió algo burlona-¿Y a quién no le han de agradar? Pero ten mucho cuidado con ellos... no son lo que parecen-sus labios se plisaron como si estuviese censurando algún detalle que era de suma importancia, mientras su voz se apagaba dando un giro misterioso a la conversación que me embargó de una extraña sensación. Su voz indicaba que ellos suponían un peligro para mí, pero generalmente, yo era la que siempre suponía el peligro para quien me rodease. –en fin. –Volvió a alegrarse, con su voz cargada de dulzura que me tranquilizó–espero que duermas bien, porque mañana deberás despertarte temprano, no vaya a ser que te regañen el primer día de clase por quedarte dormida, ¿A que no? –dijo ella, mientras se inclinaba juguetonamente contra mi rostro para hacerme cosquillas con las pestañas de color negro. Parecía una madre que la pasaba bien con su bebé, pero eso no me molestó, sino que me hizo sentir reconfortada y muy amada. En respuesta, mientras Nix estaba con la guardia baja, le besé la mejilla.
Eso la sorprendió pero sonrió con mucho amor, rebosante de una alegría, muy diferente y más humana que la del resto de mi familia.
Nix se estaba dirigiendo a la puerta ya, mientras yo pensaba y repasaba la frase no son lo que parecen.
–¿Ya te vas? –le pregunté algo asustada por su marcha. No quería que ella se fuese, la quería a mi lado.
–Pensé que querías dormir–me dijo ella, deteniéndose en seco y sonriente hacia a mi. Aun con la semipenumbra, sus dientes brillaron.
–No, no te vayas. Si quieres duermo, pero por favor no te marches, Nix.
–Oh! Mi pequeña. –dijo ella, mientras se acercaba a mi, otra vez, muy veloz. Se recostó a mi lado, en la cama, para mirarme, mientras me acariciaba el rostro y los cabellos alborotados. –debes dormir. – me dijo ella, con la voz suave y tierna.
–Sí... –dije yo, mientras me acomodaba mejor en su pecho para poder dormir más que reconfortada. Estaba con una paz que no había sentido en mucho tiempo después de tanto sufrir.
–Siento mucho lo de tus padres, pequeña–me dijo ella, otra vez, mientras su voz parecía forzosamente tranquila.
–Ellos ya no sufren. –Sentencié mientras me quedaba dormida –el recordarlos no solo me atormenta a mi, sino que yo no los dejaría ir a donde quieren ir. Es muy egoísta de mi parte vivir llorando toda una vida por ellos. Sería peor que estuviesen en cuidado intensivo, sufriendo, o más grave que es estar en coma. Si dieron la vida por mí, creo que se los debo agradecer y vivirla lo mejor que pueda.
–Ya verás que si, Hellie... mi querida Dany. ¿Puedo llamarte Dany? –me preguntó inclinando su cabeza para mirarme a los ojos. No sabía como lo hacía pero tenía la certeza de que me miraba con fijeza, y cariño.
–Sí, no me molesta.
La puerta se abrió y Marie nos iluminó con la luz del comedor. Ella nos miró y en sus ojos atisbé a ver algo que me pareció una furia retenida. Nix quedó en guardia en cuestión de segundos.
–Creo que debes dejarla descansar, Nix. –le dijo con una voz tan afilada, que cortaba mi cariño.
–Yo le pedí que se quedase a dormir conmigo. –le indiqué con una voz tajante.
Mi tía pareció escuchar entre líneas que quería que nos dejara en paz. Me sentía un poco desagradecida, después de todo, ellos me habían dado el techo, la comida, el hogar y una familia estrafalaria pero muy maravillosa. Pero Nix era mi hermana y la quería más que nada en el mundo. Sentía que no quería dejarla ya que ella no quería hacer lo mismo conmigo
–Claro, perdón Hellie–me dijo Marie, entrecortada, mirando el suelo con timidez. Pero al cabo de dos milisegundos, volvió a mirar a Nix con los ojos cegados de rencor. No me aminoró-buenas noches, duerman bien, ya que mañana deberán ir al instituto.
–Muchas gracias, tía–le dije de corazón. Ella pareció tranquilizarse, ya que su rostro se suavizó. Las peleas nunca me daban por buenas y me dolía estar peleando con dos personas a las que había llegado a querer mucho más que a otras personas que no se lo merecían
–Buenas noches, Hellie, mi amor –susurró ella, con los ojos chispeantes de una alegría intensa que no supe interpretar otra vez. Aunque otra vez su mirada se llenó de una ira reprimida al mirar a Nix que me abrazaba y me arropaba con cariño. Eso me dio escalofríos y una muy mala espina. A la vez, que casi me entristecí por tener que dejarla así... casi.
La puerta se cerró y sentí un bufido que no supe interpretar si era de frustración o de burla. De cualquier manera me llamó la atención, ya que la miré hacia el rostro-o al menos me parecía así- algo sorprendida.
–Esa mujer es más víbora de lo que parece. –me indicó ella, con un susurro siseante. Yo no podía creer lo que acababa de escuchar. –ten mucho cuidado al estar con ella. Es más seguro que le contará a Eros lo que está sucediendo. Nuestro abuelo... –rió con sarcasmo –vaya que puede cautivarte cuando quiere... te contaré su historia. Él era un gitano rumano, que deseaba dinero. Como en sus años de juventud era muy pero muy guapo, él capturó a quién sería nuestra abuela. La retuvo tres años enteros, hasta que ella engendró dos hijos: tu preciosa madre y tía Marie. Cuando la familia adinerada de nuestra abuela, quiso pagar el rescate, ella no quiso dejarle. Se había enamorado de él con tanta pasión que no le importó siquiera que le había profanado y utilizado para aumentar la riqueza de la familia de Eros. Hubo una batalla entre los padres de nuestra abuela Maggie, contra los gitanos, ya que Eros no quería desposarla. Las muertes fueron contadas, pero, finalmente Eros cedió –sacudió su cabeza en señal de desaprobación –desde ese día no hubo un momento en el que la volviese loca. La quería en el momento para tener a los niños, no para siempre. Así que nunca le fue fiel, y muchas veces armaba tales escándalos que Maggie lloraba días enteros en la mansión donde vivían. Hasta que ella quiso divorciarse de él. Pero ahora era el mismo Eros quien no la quería dejar. –sonrió con burla. –él se había enamorado de la mujer a la que había desechado y defraudado incontables veces. Idiota. Solo así, Maggie escapó de la mansión con tu madre a cuestas y marchó a América para comenzar una nueva vida en Midland, Texas. Eros, volvió a buscarla, hasta que la halló. Él le declaró su amor, le prometió por siempre fidelidad, se casó de nuevo con ella, y así vivieron felices por siempre... –se encogió de hombros, como si no le importase,-eso es todo lo que se. Eros está de visita esta semana, ya que tu venías aquí. –sonrió con autenticidad, al mirarme. Los rayos de la luna la hicieron más bella que antes – Maggie vendrá la semana próxima, para conocerte. Ellos tienen una estancia en Midland donde son felices, y no la pueden dejar sola ya que deben cuidar el ganado y las plantaciones. He visitado a nuestra abuela ayer, está bien y te envía saludos y el perdón por no haberte saludado antes... perdónala.
–No tiene por qué disculparse. La vida es cruel y la economía también así que es su deber cuidar lo que le pertenece.
Nix rió en voz alta, muy alegre por lo que había dicho, mientras que a mi el sonrojo me hacía presa. De pronto sentí un apretón cariñoso en mi hombro derecho, y un beso en la mejilla. Yo volví a sonreír, más confiada que nunca. Sabía que ella no me mentía y estuve a punto de entregar toda mi conciencia a ella, como regalo de amistad. A punto.
No tomes partido de nadie, dijo mi subconsciente, con la voz igual a la de mi madre, aun no los conoces.
Eso era verdad... pero entonces, ¿Por qué mi instinto confiaba más en Nix que en el resto de mi familia? Era extraño, y no tenía nada que ver en que ella era mi media hermana. Pues Gavin también era mi hermano y no me daba la suficiente entereza de querer estar con él. Era extraño, quería averiguarlo, pero antes de que me diese cuenta, el sueño me había atrapado, para retenerme hasta el amanecer.

2 comentarios:

Fernanda Cavazos dijo...

Hola Kath!
Ahora ya se k te llamas Lucia, jejeje, pero para llamarte por ambos nombres ahora seras LucyKath!jiji!

Me alegra mucho tu blog! esta muy bonito! A ver si es posible agregarle un seccionsita del dibujo o imagen de la semana, o mes, k te parece? x3!

Epica es una gran historia tambien!! omedeto!

Muchos saludos y besos Lucykat-chama!

Atte: Ferchii

Unknown dijo...

Tas loka en subir el libro por acá :P Yo tengo un blog por cada historia pero son privados . Beso.